RUTA DEL DIA:
Split – Vela Luka (Isla de Korcula): 2h 45 m en Ferry Vela Luka – Korcula: 44 km Korcula – Orebic: 15 m en Ferry Orebic – Mali Ston: 60 km Mali Ston – Dubrovnik: 54 km.
TOTAL DE KMS: 158 Km y 3 h en Ferrys
Nuestro 14º día de viaje fue uno de los más variados, pues era necesario combinar Ferrys y ruta por carretera. Por este motivo era necesario controlar los tiempos para no perdernos nada. Dicen que no se puede dejar Croacia sin visitar alguna de las islas del Adriático. Y por ese motivo decidimos visitar una de las más atractivas: La Isla de Korcula. Para llegar a Korcula, hay varias posibilidades, pero la que encontramos más adecuada fue, tomar un Ferry desde Split, atravesar en el coche la isla y continuar la ruta tomando otro Ferry hacia Orebic.
Así que tomamos un Ferry de la compañía Jadrolinija, que salía de Split a las 10:15 h. Para ello tuvimos la precaución de sacar los pasajes el día anterior nada más llegar a la ciudad. Nos informaron que debíamos estar para la salida en el puerto sobre 45 minutos antes y eso hicimos.
El viaje dura 2 horas y 45 minutos, y resulta agradabilísimo. El Ferry con excelente equipamiento fue sorteando islas como la de Brac o la de Hvar, hasta llegar a Korcula. A las 13:00 h arribó a la localidad de Vela Luka, en el lado oeste de la Isla de Korcula.
Como era la hora de comer, paramos en un bar del puerto de Vela Luka frente a los diversos Ferrys atracados que llegan a la isla diariamente. Un sabroso y reconstituyente kebap fue nuestro almuerzo de este día en el que por otra parte no debíamos entretenernos demasiado pues contábamos con poco más de seis horas para visitar lo más interesante de la isla.
Después de la comida, y dado el calor reinante lo ideal era reposar un ratito en alguna playa. Para ello lo más recomendable era ir a alguna de las playas cerca de la ciudad de Korcula. Nos dijeron que la mejor se encuentra en la Bahia de Prizna, en Lumbarda. Y la mas tranquila era una llamada Bilin Zal. Una calita de arena con un sencillo café a la que se llega por un estrecho camino entre chumberas. Realmente la playa era minúscula, la franja de arena apenas tenia un metro y medio de ancha. El agua cristalina, y escasísima profundidad. De tal modo que la gente se alinea a lo largo de la costa en una sola fila, con la cabeza apoyada en un muro de piedra y los pies en remojo en el agua. Singular desde luego, sobre todos para los que estamos acostumbrados a las playas de España.
Una vez descansados y tras tomar un agradable bañito en esa especie de piscina grande, nos dirigimos sin más dilación hacia la ciudad de Korcula, que está a unos 10 km de Lumbarda. La entrada a Korcula, es por una pequeña carretera de un carril, que da la vuelta a la localidad a modo de ronda o circunvalación. De tal modo que conforme vas acercándote a la ciudad, se van encontrando coches aparcados a ambos lados, porque aparcar en Korcula es casi imposible. Asi que dimos una vuelta completa volviendo al inicio. Sin embargo tuvimos mucha suerte de en nuestra segunda vuelta encontrar un sitio libre de un coche que salía justo a la entrada de las murallas de la ciudad. Enorme golpe de suerte. Teníamos apenas una hora para visitar la que dicen era la ciudad de Marco Polo.
Korcula es una ciudad de indudable belleza. Ofrece un mosaico de tejados rodeado por una muralla medieval y salpicado de chapiteles que se alzan sobre el azul cobalto del Adriatico, con el majestuoso macizo Peljesac como telón de fondo. Abundan los vestigios del antiguo gobierno veneciano desde los leones que decoran los edificios hasta su catedral dedicada a San Marcos. El acceso se realiza a través de la Puerta de Tierra a la que se llega subiendo por un tramo de escaleras. lo que le proporciona un espectacular acceso al caso antiguo. La puerta muy protegida esta ubicada en un bastión del s.XV, como corrobora la placa de piedra que hay sobre ella. Y el origen veneciano se deduce por el león que la protege.
Las murallas que casi circundan la ciudad resultan los suficientemente robustas como para repeler los ataques turcos otomanos en el año 1571. Se conservan varios bastiones y restos de murallas con cañones hacia el canal Peljeski. Detrás de la Puerta de Tierra se encuentra el Ayuntamiento del s. XVI. Su pequeña Logia recuerda la etapa veneciana de Korcula.
El casco antiguo de Korcula conforma un abigarrado laberinto de callejas con edificios de piedra, arcos y escalones medievales, que en verano rebosan de turistas. Las estrechas calles que confluyen en las calles principales están diseñadas de tal manera que el impacto del molesto viento bora queda reducido.
El principal edificio de Korcula es la Catedral de San Marcos. Finaliza en el s.XV es uno de los más bellos edificios de las islas adriáticas. Su interior combina los estilos gótico y renacentista. Destaca en su fachada el pórtico de piedra, con dos leones y columnas torneadas, y un tímpano con la figura de San Marcos, obra, posiblemente, de Bonino de Milán. Cuenta con otras dos puertas en las naves laterales.
En el interior destacan la pila de agua bendita, del siglo XV; una pila bautismal del siglo XVII; la estatua de San Blas, de Iván Mestrovic; la pintura de San Marcos con San Jerónimo y San Bartolomé, de Tintoretto; y la tumba del obispo Toma Malumbra.
Otros edificios reseñables la Palacio Episcopal, o Casa del Abad, frente a la Catedral y que alberga el museo del Tesoro de la Abadía. Y otras iglesias como la de Todos los Santos, San Miguel o de Nuestra Señora.
La Iglesia de Todos los Santos guarda en su interior unas interesantes esculturas de los Apóstoles.
A parte de todo ello Korcula es conocida por ser, se supone, la ciudad natal del explorador Marco Polo, aunque hay dudas al respecto. De acuerdo a una tradición local, Marco Polo nació en Kórchula en 1254, en una familia establecida de mercaderes, aunque no hay pruebas de esa historia. Se sabe sin embargo que la República de Génova derrotó a Venecia en una bien documentada “batalla de Curzola” (el nombre italiano de la isla Korčula), que sucedió en las costas de la isla en 1928. Y posiblemente Marco Polo fue hecho prisionero por los genoveses y pasó un tiempo en una prisión en Génova, escribiendo sus viajes. Sin embargo algunos historiadores creen que él fue capturado en una escaramuza cerca de Laiazzo.
El caso es que aprovechando la cuestión se ha restaurado la casa en la que se supone que nació el explorador, y se ha creado un museo dedicado a su vida. La torre adyacente ofrece hermosas vistas de Korcula.
No nos dio tiempo a más. Teníamos que ir hacia el puerto para coger el último ferry que unía Korcula con Orebic, el peninsula de Peljesac, para continuar nuestro camino hasta Dubrovnik. El pequeño puerto está en Domince, a 2 km. del centro de Korcula. Y es preciso llegar con tiempo para no quedarnos sin pasaje, porque estos billetes no se pueden comprar por anticipado. El ferry salía a las 19:00 h y llevaba solo 15 minutos el cruzar el canal de Peljeski hasta Orebic. Llegamos una media hora antes de la salida, pusimos el coche en la cola de embarque y nos dio tiempo a tomar un refrigerio en el pequeño bar del puerto.
Cuando llegamos a Orebic, ya era casi de noche. Nos quedaba aun un largo trayecto hasta Dubrovnik, además que queríamos cenar en Mali Ston, pueblo famoso por sus criaderos de ostras. Previendo la tardanza en llegar a Dubrovnik, pusimos un sms al dueño del alojamiento para que estuviera avisado de que llegaríamos tarde.
Mali Ston está al final de la península de Peljesac. Considerada por muchos como una ruta rápida para llegar de Korcula a Dubrovnik, es una región muy importante por sus viñedos, donde se produce el Dignac, sin duda el mejor tinto de Croacia. A unos 60 kms de Orebic se encuentra Mali Ston, la hermana pequeña de Ston, localidad fortificada del s.XIV, para protegerse de los ataques desde el mar. En Mali Ston se encuentra un restaurante maravilloso; Vila Koruna, restaurante que sirve ostras y mejillones recién sacados del mar, así como sabrosísimos pescados y mariscos servidos de forma sencilla. Allí se pueden degustar magníficos platos de pescado y ostras (a 30 cent de euros la unidad) en un ambiente agradabilísimo, amenizado todo por la música que interpreta un pianista. En definitiva, un lugar que nadie que pase por esta tierra debe de perderse.
Al final de la cena, tuvieron el detalle de regalarnos un saquito de sal marina, que también se produce en esta región. Y después de ello, ahora sin mas paradas nos dirigimos hacia Dubrovnik, tomando una carretera oscura colgante sobre los acantilados de la costa con numerosísimas curvas, donde nos cruzábamos con los estresados conductores croatas que no toleraban nuestra prudencia en la conducción. Llegamos a Dubrovnik sobre la medianoche, y una vez más, gracias a nuestro Navegador, llegamos al alojamiento, una casa de huéspedes magnífica, Villa Jozefina (30,00 € la noche), donde nos esperaba pacientemente su amable propietario que no parecía tener más ganas de dormir que nosotros, pues nos tuvo más de media hora explicando las excelencias de la ciudad a la que acabamos de llegar y en la que permaneceremos dos noches más.
Después de la larga disertación nos retiramos a descansar de este largo día, en el que hicimos casi de todo: crucero, playa, monumentos y cena de lujo. Mañana nos esperaba unos de los puntos fuertes de nuestro viaje a Croacia. Dubrovnik, “la perla del Adriatico”. ¿Sería verdad?. Mañana lo veremos.
